viernes, 11 de julio de 2014

Toda una vida

El día primero que abrí los ojos
un aliento de vida me empujó
a un mundo desbordado.
Fui capaz de ver unos labios rojos
que me hablaron de amor
protegido en sus brazos.
Me abrieron las puertas del hospital
y me guiaron mis padre a la casa
donde aprendí a andar.
Refugio fue mi cama
de un absurdo miedo a la oscuridad
que tanto me hizo mojar el pijama.
Me lavaron la cabeza con agua
que, me dijeron, estaba bendita
y como, por suerte, pasó la pascua,
agradezco que estuviera fresquita.
Crecí rodeado de mis amigos,
gente amada y querida
con la que lloré y reí desde niño
y por la que entregaría la vida.
En el tiempo que eche para aprender
me empapé de cultura
y me lancé sin miedo a componer
por una musa oscura.
Jamás podremos encontrar trabajo
en un país desgastado y hundido.
Tenemos a políticos bandidos
robando a los de abajo.
Han roto un pueblo unido
pero tranquilos, vamos del carajo.
La vejez llegó para secarla,
mi fuente del saber,
y cuanto mayor era mi sed,
mayor mis ganas de saciarla.
Mis amigos se apagaban.
Volvió mi miedo a la noche
sin poder huir de la cama,
sin fuego, por aquel entonces.
Ya no había luces ni palomas
por las que tener algo de fe
cuando me dijo la doctora
que ya nada se podía hacer.
En el hospital, por la ventana,
no volví a distinguir los colores.
Solo llegué a ver un mundo
herido de muerte, roto,
y no pude verle un rumbo
el día que cerré los ojos.